Descubriendo a Pedro

Regreso de un corto viaje entre Buenos Aires y Montevideo, a mediados de marzo, cuando al otro lado del Océano se acaba el verano y comienzan las tormentas de otoño. Un viaje de sentimientos y emociones, para volver a visitar lugares que había visitado en 1998 en Argentina, donde había ido a encontrarme con las familias de los desaparecidos sardos en vísperas del juicio que se iba a abrir en Italia contra los asesinos militares. Y esta vez también tenía prevista una visita a Montevideo para ver el museo dedicado a uno de los más grandes pintores sudamericanos de la primera mitad del siglo XX, Pedro Figari. Compartimos un apellido común, orígenes ligures en la ciudad de Santa Margherita, un parentesco probable ya que procedemos de la misma familia que a mediados del siglo XIX participó en los flujos migratorios hacia países lejanos en busca de trabajo y fortuna. El padre de Pedro quería ir a Buenos Aires y terminó en Montevideo tras un naufragio. Pedro es uruguayo, pero también vivió al otro lado del Río de la Plata, y los propios argentinos lo consideran “su” artista, cuya obra atraviesa y abarca los dos países divididos por el gran río ancho como un mar. Tanto es así que los críticos se refieren a él como “rioplatense” con un apelativo más regionalista que nacionalista.

Mis antepasados ligures llegaron a Cagliari y Filippo nació aquí. Cagliariano de nacimiento, dejó sus obras más importantes en los lugares públicos más emblemáticos de la capital (el Ayuntamiento, la Catedral, la Universidad, la Cámara de Comercio, la Fiera campionaria, por citar sólo algunos), pero los habitantes de Sassari también lo consideran su conciudadano, ya que fundó el Instituto de Arte (que no por casualidad lleva su nombre) y donde tuvo su residencia durante muchos años antes de trasladarse a Roma para ocupar el máximo cargo ministerial. Está enterrado en la capital, en el cementerio monumental de Verano, pero toda la isla está impregnada de su arte. Como Pedro enterrado en Montevideo, pero querido en toda Sudamérica. 

Otros Figari llegaron hasta Texas, donde en Galvestone, el puerto de Houston cuando la metrópolis petrolera aún no existía, el cementerio guarda las tumbas de numerosos ligures y Figari. En Houston, conocí a mis primos tejanos e incluso a mi tocayo Charles, que se acerca a los ochenta años bien llevados como demuestran sus fotos de cumpleaños en Facebook. Evidentemente, me regaló un auténtico sombrero de cowboy, que aún conservo como recuerdo de esas conexiones americanas.

No sabemos -ya que nunca hemos encontrado citas, correspondencia o rastros de archivo- si Pedro y Felipe se conocían si no en persona, al menos por correspondencia o por la reputación de sus respectivos trabajos.

Pero, ciertamente, hay grandes similitudes entre los dos primos, que son artistas e intelectuales polifacéticos. Como cuento en este sitio (ir a enlace de la sección “artículos”) con una docena de entradas a las que espero sigan otras, y pronto un libro y un evento promovidos por el excelente cónsul uruguayo en Cerdeña, el historiador y conferenciante Prof. Martino Contu, en colaboración con la Embajada de Uruguay en Roma, el director del museo de Montevideo, Pablo Thiago Rocca, y el ayuntamiento de Cagliari. Un libro y un evento que, esperamos, familiaricen a los sardos con este artista de origen sardo y pongan de relieve las increíbles similitudes artísticas y culturales con su primo de Cagliari, Filippo, que tanto hizo por la capital y su isla. Por eso, impulsado por estas motivaciones y encontrando una oportunidad propicia, quise hacer este viaje para volver a ver Argentina y descubrir el Uruguay de Pedro. Un viaje emocional, como decía, que espero pueda completarse y concretarse con un hermanamiento artístico de imprevisibles desarrollos.

Por cierto, he incluido en este blog, en la foto de portada, al Dr. Rocca ilustrando el recorrido del museo dedicado a Pedro, en la otra foto el panel colocado a la entrada con la biografía del gran artista. Pero antes de llegar a Montevideo hubo una parada, también particularmente emocionante para mí, en Buenos Aires.

Argentina no puede olvidar

Conozco Argentina porque a finales de los 90 seguí los primeros juicios contra los militares golpistas que tuvieron lugar en Italia por el asesinato y desaparición de ciudadanos italianos, entre ellos al menos ocho sardos, durante la feroz dictadura de los generales (1976-1983). Véanse los posts sobre el tema en el enlace de la sección. Desde entonces, nunca he dejado de escribir sobre ese triste asunto, que ahora vuelve a ser noticia con gran preocupación popular tras la elección del presidente Javier Milei, que ha nombrado vicepresidenta a Victoria Villarruel, hija de militares e incluso negacionista de la “guerra sucia” y de la desaparición de treinta mil argentinos. El mismo nuevo inquilino de la Casa Rosada (que se autodefine como anarco-capitalista antisistema) se ha expresado recientemente de forma inquietante y divisiva sobre el tema de los desaparecidos, suscitando la protesta popular de miles de argentinos que salieron a la calle a manifestarse a finales de marzo. Cada 24 de marzo se conmemora el aniversario del golpe de Estado de Videla y esa fecha es una ocasión para recordar a las treinta mil víctimas de la dictadura. Esta vez el aniversario ha cobrado un valor político más fuerte y actual, ante el peligro del revisionismo y de quienes no sólo reescriben la historia, sino que la tergiversan o incluso la niegan. 

Sobre los desaparecidos sardos en particular, escribí el libro “El Tano”, dedicado a Martino Mastinu, dirigente sindical emigrante de Tresnuraghes: publico muchas entradas en este sitio y también el Pdf del libro, que creo que está agotado desde hace tiempo, pero que se puede encontrar en las principales bibliotecas de la isla (y no sólo allí) y en todos los círculos de emigrantes sardos a los que fue enviado por la Región como documento de nuestra historia al final de los juicios celebrados en Roma (la última sentencia fue dictada por el Tribunal de Casación el 29 de abril de 2004, con la confirmación de la condena para todos los militares acusados).

En Buenos Aires, volví a la Plaza de Mayo, donde las madres y abuelas de los desaparecidos daban vueltas todos los jueves con pañuelos blancos en la cabeza en los que estaban cosidos los años de nacimiento y desaparición de sus hijos y nietos. Todavía hoy se reúnen aquí y siguen manteniendo vivo el recuerdo de sus seres queridos con todo tipo de iniciativas. 

La madre de El Tano

Siempre recuerdo con cariño a María Manca, madre de Martino “El Tano”, que hablaba sardo y español, pero ya no italiano. Fue una de las primeras madres en manifestarse en la Plaza de Mayo e iba allí mientras su salud se lo permitía. A pesar de su edad, más de ochenta años, y de los tres medios de transporte público que tenía que tomar para llegar al centro desde las afueras del barrio de Pacheco, donde vivía la familia Mastinu, continuó incansable su silenciosa batalla de los jueves. 

María acudió varias veces a Roma para testificar en el juicio contra ocho argentinos acusados de la muerte de su hijo Martino y su yerno Mario Bonarino Marras, acompañada de su hija Santina, viuda de Mario. También fue una oportunidad para regresar a Cerdeña, a su pueblo natal de Tresnuraghes, donde la foto de Martino se conserva en una pared de la iglesia rural de San Marco. La misma que María llevaba al cuello durante las manifestaciones de los jueves en la Plaza de Mayo y que su marido Giovanni quiso donar al párroco Don Paolino Fancello y al pueblo del que había emigrado a mediados de los años cincuenta. 

Argentina siempre sufriendo

Buenos Aires no ha cambiado mucho que yo recuerde, salvo que vive otro momento dramático para la economía, con una inflación del 140 por ciento, pobreza y desempleo, y con un nuevo presidente conocido como “El Loco” que no se sabe cómo conseguirá con sus políticas anunciadas sacar a Argentina de la crisis. El guía del viaje me dijo que Milei ganó las elecciones presidenciales porque esta vez los argentinos debían elegir entre un economista ‘loco’ y un candidato con fama de “ladrón” del partido peronista de centro-izquierda, que con la amada-odiada Cristina Kirchner ha gobernado de forma populista, entre corrupción y desastres económicos. “Entre un ladrón y un loco”, son las palabras del guía, “hemos elegido al loco, que sabe que no le puede ir mejor porque por ahora no ha robado”. Extraño país éste, inmensas riquezas, que luego se hunde periódicamente en años de crisis devastadoras con la carga no llevada en las carteras, sino en fajos de billetes de mil dólares en los sobres. Vi el edificio de la Esma (la escuela de suboficiales de la Armada) convertido ahora en un museo dedicado a los desaparecidos, que los nuevos en el poder querrían cerrar o reducir. Un museo impactante, que todos los turistas en Buenos Aires deberían ver.

Montevideo y el Museo Pedro

El director Pablo Thiago Rocca con Carlo Figari en el museo

Y por fin cruzo el Río de la Plata y llego a Montevideo, donde se encuentra el museo Pedro Figari y donde me espera su director, el crítico de arte Pablo Thiago Rocca, cuyo apellido -casualidad- es ligur.

Es una persona muy amable y apegada a sus orígenes italianos, apasionado del arte de Pedro y del museo que ha transformado en una institución moderna en el edificio Art Nouveau de las callejuelas del casco antiguo. El museo alberga la colección de las principales obras de Figari, pero también tiene una rica actividad cultural con exposiciones temporales temáticas, premios anuales de arte y promueve la investigación y la educación. Le remito a los posts de este sitio para saber más sobre el arte de Pedro y para una visita virtual del museo. No cabe duda de que encontrará sorprendentes similitudes con mi tío Filippo, no sólo en el discurso artístico, sino en la polifacética actividad cultural general de ambos, intelectuales íntegros implicados en la vida social y política de la época, que dejaron tras de sí, además de pinturas, importantes ensayos, artículos y escritos de todo tipo.

Pedro publica en 1912 “Arte, estética, ideales” (Montevideo, ediciones Juan J. Dornalache), el libro que se convertirá en el manifiesto de su poética artística, intelectual y política. Será traducido a varios idiomas y reeditado. En 1924, en la revista “Il Nuraghe”, publica el ensayo “La civiltà di un popolo barbaro(La civilización de un pueblo bárbaro) en el que ensalza las costumbres y tradiciones de “pueblos que saben dar una impronta de ingenua belleza a todas las manifestaciones de la vida”. Esta obra citada será también la base filosófica y antropológica de ese renacimiento cultural de los sardos, pastores y campesinos protagonistas de un “folclore heroico”. Como para Pedro, también lo serán gauchos, campesinos y plebeyos de todas las etnias y religiones, ya no parias al margen de la civilización de los blancos colonizadores.

Visitar el museo de Montevideo fue una experiencia única que ansiaba, aunque tuve la suerte de ver una exposición temporal completa con un centenar de obras de Pedro en 1996 en Río de Janeiro. Aquí, en pleno centro histórico, en la calle Juan Carlos Gómez, hay una exposición completa, emocionante y exhaustiva.

Le llevé al director Rocca el hermoso volumen que el historiador del arte Gianni Murtas dedicó a “Flippo Figari” (Ilisso edizioni, Nuoro, 1996) para que quede como documento en la biblioteca del museo. Pablo correspondió con el valioso catálogo de la exposición “Figari, Mito y creación”, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, en junio de 2019. Maravillosas páginas con imágenes y la historia del recorrido artístico de Pedro, donde encontré plena confirmación de lo que buscaba en mi viaje sudamericano.

En el arte, las raíces de artistas y pueblos, aunque distantes geográfica y temporalmente, permanecen vivas para siempre. No tenemos – como ya se ha dicho-  ninguna prueba hasta la fecha de que los dos Figari se conocieran, pero ambos dedicaron su vida al arte, a sus ideales y a su pueblo.

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